Ayer publicamos en nuestra página de Facebook una imagen que etiquetamos de forma errónea como perteneciente al pecio Culip V. Afortunadamente, unos amigos del grupo naufragios, nos avisaron del dislate, pues la foto pertenecía a la inmersión que realicé con el equipo del CASC, en agosto de 2012, en el pecio Cap del Vol.
Esto pone de manifiesto la importancia de colocar (bien) las imágenes que uno toma cada vez que descarga una tarjeta de memoria, pues, si se deja pasar algo de tiempo, es fácil olvidar o confundir las cosas, máxime si manejamos un archivo fotográfico digital de unas decenas de miles de imágenes de Patrimonio, como es nuestro caso. Como desagravio, voy a dedicar el post de hoy a este pecio.
Esta inmersión, la realizamos con Gustau Vivar y Rut Geli, director y técnico arqueólogo, respectivamente, del Centro de Arqueología Subacuática de Cataluña, y con parte de los compañeros que participaron en el Curso de iniciación a la Arqueología Subacuática que organizó la UNED de Girona en la sede del CASC, hace casi un par de años.
La inmersión es sencilla, técnicamente hablando, pues el pecio se encuentra a unos 25 metros de profundidad, en la bahia de El port de la Selva, a media milla escasa del amarre del Thetis, el barco del CASC.
El Cap del Vol es un barco que naugragó en torno al inicio de la era cristiana, en una orquilla de más o menos 10 años. Su existencia se conocía desde finales de los años 60 del siglo XX, pues fue expoliado por un grupo de buceadores belgas, antes de que los arqueólogos tomasen cartas en el asunto.
En concreto fueron Xabier Nieto y Federico Foerster, a finales de los años 70. En este momento documentaron restos estructurales del barco diferentes a lo investigado hasta el momento, aunque en la época en la que se publicaron los resultados, pasaron desapercibidos.
En la segunda década del siglo XXI, tras treinta años de progreso en el conocimiento de la arquitectura naval antigua, la investigación se retomó por parte del equipo del CASC.
Los resultados de esta investigación fueron apasionantes, pues la excavación de este naufragio, puso de manifiesto que se trataba de una embarcación distinta a las conocidas de la misma época hasta ese momento.
Los fragmentos cerámicos que dejaron los saqueadores belgas -estos sólo se llevaron las ánforas enteras-, pertenecían al tipo pascual 1, y transportaban vino para las tropas romanas de la Galia y Germania. Este material anfórico, según los sellos que conservaban, provenía de un taller de Baetulo, la actual Badalona.
La calidad del vino no debía ser muy buena, pues los investigadores hallaron algunas bocas de ánfora con su tapón de corcho, en el que se apreciaba claramente un orificio. Esto indica que el vino seguía fermentando en el momento de su envasado y necesitaba el agujero para poder expulsar los gases que se producen en este proceso.
El itinerario más probable de esta embarcación sería desde las costas catalanas hasta la Narbonense, dónde este vino «económico» se usaría para distribuir entre la soldadesca legionaria.
Pero lo más interente de este pecio no es su cargamento, sino su arquitectura naval. Esto es así, pues las naves romanas de la época son de más calado, mientras que la de Cap del Vol presenta una obra viva de menor entidad, más apropiado para remontar zonas de marismas, sin tener que utilizar un puerto, como las de Narbona y las históricas de Cataluña -el topónimo Maresme parece describir claramente la configuración de la costa en épocas pretéritas.
La quilla de la embarcación es mucho menos pronunciada que la de sus coetáneas romanas y el casco se construyó primero que la estructura, que se insertó después, con lo que la factura de la nave es diferente de la actalmente identificada como romana.
Aparte de esto, bajo la base del mastil se halló una moneda proveniente de Arse, la Actual Sagunto.
Volviendo a la inmersión de hace dos años, en el momento hacerla, el equipo estaba documentando la estructura, proceso para el que instalaron un bastidor sobre la misma que permitió su documentación gráfica y fotográfica.
También podemos observar distintas identificaciones colocadas sobre las cuadernas y otras piezas de la estructura, que sirven para identificarlas mientras se trabaja con ellas y posteriormente, en la documentación fotográfica.
La estructura de la nave, ha llevado al equipo a trabajar con la hipótesis de que el barco es de tradición indígena, aunque en el momento de la excavación no se tenían paralelos de la misma cronología y factura con los que poder contrastar esta teoría. Sí se encuentran más barcos de este tipo, quizá se pueda confirmar esta forma de arqueitectura naval como ibérica, en un futuro.